Revista Comarcal

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EDITORIAL 5

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Cuentan las malas lenguas aristocráticas que en plena época victoriana, durante una reunión vespertina de varios cortesanos ociosos, se estableció un corrillo donde se sopesaba la inclinación natural de las mujeres a utilizar sus encantos y favores con los hombres a cambio de la obtención de prebendas materiales.

Muchas eran las objeciones a favor y en contra de los argumentos, tanto por parte de las señoras como de los caballeros.

Los más opinaban que sobre todo primaría la clase social de la señora en cuestión, siendo claro este tipo de actitudes en mujeres de pocos posibles, que utilizarían sin miramientos sus encantos de mujer a cambio de un mejor modo de vida o algún capricho y resultando impensable en una dama de alta alcurnia, cuya posición y educación harían imposible semejante atrocidad.

Así, la discusión fue obteniendo un consenso casi total en torno a este último razonamiento, viéndose reflejada en la cara de los contertulios la satisfacción de haber llegado ellos solitos a tan elevada conclusión sobre un aspecto social tan relevante.

Cuando ya todos asentían, un ujier anunció la entrada de la reina en la habitación, por lo que todos se levantaron haciendo unas reverencias exageradamente ejecutadas. En ese momento el anciano se levantó de su asiento y, tras hacer la preceptiva reverencia a la reina, habló por primera vez en toda la tarde:

Majestad, –dijo dirigiéndose a la reina– me gustaría hacerle unas preguntas para aclarar un extremo que se ha estado debatiendo en este relevante círculo de entendidos.

Preguntadme lo que queráis, Lord Wilson. Espero ayudar a resolver sus dudas. Dijo la reina, esperando algún tipo de pregunta sobre política de alto nivel.

¿Estaría su majestad dispuesta a acostarse con un hombre por mil libras?, preguntó el anciano Lord.

¿Qué tipo de pregunta es esa? Respondió un tanto contrariada la reina. ¿No pretenderéis ofenderme, verdad?

–Pido me disculpéis majestad, pero son de vital importancia sus respuestas.

–En fín, concedido, pero.... pues por supuesto que no. Jamás haría una cosa así. Contestó la reina.

–¿Y por un millón de libras?

–No sé que pretendéis Lord Wilson, pero desde luego que no.

–¿Y por diez millones de libras?

–Que disparate más absurdo! Claro que no.

–Majestad. ¿Cuál es la fortuna de la corona?

–Alrededor de cien millones de libras ¿Por qué?

–¿Estaría usted dispuesta a acostarse con un hombre por mil millones de libras?

–Lord Wilson, esa cifra es inimaginable.

–Piense en ella majestad. Diez veces la fortuna de la corona de Inglaterra.

–Esto es absurdo....

–Piénselo majestad, por favor.

–Bueno.... –dijo a reina casi balbuceando ante los extrañados cortesanos que no entendían nada de lo que pasaba–... Puestos a imaginar, podría imaginar que admitiría la posibilidad por diez mil millones de libras, pues supondría poder realizar muchísimas mejoras en todo el Imperio.

–Señores elevó la voz el anciano señalando a la reina– ¡Puta, ya tenemos! Ahora solo hace falta que alguien tenga diez mil millones de libras.

Según aparece publicado en un artículo de La Crónica de León-El Mundo el domingo 9 de junio, el Presidente de la Mancomunidad de Riaño descartó la posibilidad de aceptar el trazado de la línea de alta tensión que pretende instalar REE cruzando la comarca, aunque éste se enterrase, ya que no se han realizado ofertas adecuadas para negociar el paso de dicho trazado, pues solo se ofreció la creación de un aula de naturaleza.

¿Cuál sería la cifra necesaria en esta ocasión?