Revista Comarcal

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EDITORIAL 30

Entretenidos e ilusionados

¿Cómo es posible que no nos demos cuenta de lo que está pasando?

¿Hacia qué lado miramos y qué es lo que vemos?

El cachondeo que rodea al supuesto apoyo de los responsables de la Junta de Castilla y León a la estación de esquí de San Glorio, sólo es comparable a la ingenuidad con que algunos (ya no todos) continúan creyéndolo.

Primero fue un intento de cambiar una normativa (PRUG de Fuentes Carrionas) que había aprobado el mismo gobierno unos años antes. El fiasco parecía insuperable y sólo hay que ir a las hemerotecas de los periódicos que no sean palentinos o leoneses, para comprobar que todos contaban con el fracaso de esa iniciativa.

Pero cuando ya habíamos hecho bastante el canelo por la tele y en la prensa nacional, aparecen las DOT’s (vaya palabreja) como salvadoras de la iniciativa. Se publican, y los poquitos que nos leímos el ladrillo (ningún alcalde se lo leyó, tal era su confianza) convenimos en que, amén de dar por muertos a todos y cada uno de los pueblos de la Montaña de Riaño, de ahí no salía una estación de esquí aunque se apareciera la Virgen en Lechada todos los primeros viernes de mes. Pero lo gordo estaba por venir: Primero la consejera Ruiz dijo que lo del hospital de Guardo era un error y que ni hospital ni puñetas, y luego se hizo público que los 165.000 eurazos del ala que la Junta pagó por la redacción de semejante tocho de papeles a una tal Cotesa, debieron ser escasos, pues sólo llegaron para pagar cuatro perras a unos jovencitos que, ordenador en ristre, se liaron a copiar las referencias que encontraron en una página de Internet que lo dice todo: El rincón del vago. ¡Qué estulticia y qué vergüenza!

Pero lo más gordo, lo que nos diferencia de otras zonas rurales con problemas, ha sido la reacción pública de nuestros queridos representantes locales que “esperan que esto no suponga un nuevo retraso”.

Los hechos indican que claro que va a suponer un retraso, pero no para la materialización de la estación, sino para el próximo puntapié que nos endiñen en el culo mientras nos volvemos para agradecerlo. Así, mientras tanto, estamos entretenidos e ilusionados por la posibilidad de vender el prao en diez veces lo que vale, mientras buena parte de las administraciones implicadas permanecen sin hacer absolutamente nada a la espera de una milagrosa estación de esquí cuyos beneficios están por ver, pero que ya tiene en su haber una muestra importante de daños y perjuicios entre los que hay que contar con más de una década perdida, cuando lo que no tenemos es eso: tiempo.