Revista Comarcal

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EDITORIAL 40

UNA OPORTUNIDAD EN TIEMPOS REVUELTOS

Vivimos tiempos en los que en las ciudades no sólo no se atan los perros con longanizas, sino que para mucha gente ya no hay longaniza, y los perros… en fin, digamos que están dejando de comer friskys a discreción. Todos tenemos una idea de cómo están las cosas, si bien pocas veces ha sido más cierto aquello de que esa idea estará en función del medio con el que decidamos informarnos sobre la realidad que, siendo ésta sólo una, parece diferente dependiendo de quien nos la cuente. Pero bueno, parece que todos coinciden en que pintan bastos para casi todos los trabajadores, si bien queda por identificar adecuadamente a los que han repartido esta mano.

En la Montaña la crisis financiera también hunde sus colmillos, pero no hay mucha carne donde arrancar ese bocado, y no es de ahora. La crisis en la Montaña antes que financiera es demográfica y es posible que la situación económica nacional e internacional nos pudiera brindar una oportunidad si hubiera quien así lo viese.

Algunos pueblos de España están adoptando medidas a modo de reclamo para esa parte de la población, actualmente urbana, que tiene menos remilgos respecto a vivir en un pueblo si con ello puede salir adelante con su familia, ofreciendo aquello que se puede ofrecer sin acudir al banco, es decir, no contratos de trabajo, sino posibilidades de autoempleo tanto en la agricultura y la ganadería como en el sector servicios, habiendo recibido cierta respuesta por parte de profesionales de sectores relacionados con la demanda existente, fisioterapia, cuidado de mayores, catering a domicilio y, por supuesto, todo aquello relacionado con la silvicualtura, la ganadería y la agricultura.

No es ningún chollo (eso se acabó), pero la actual coyuntura económica nos brinda una oportunidad de poner nuestros recursos en valor frente a la decadencia del capitalismo urbano, ofreciendo calidad de vida a un coste más reducido.

Ahora que parece que, tanto por lo manifiestamente aleatorio de la presencia de nieve, como por "lo otro", los fantasmas del esquí de alto copete se nos alejan mucho más deprisa de lo que llegaron, hasta es posible que haya quien baje de la nube y la Montaña pueda ofrecer viviendas a precios razonables para aquellos que apuesten por compartir con nosotros estos elevados horizontes, donde se puede vivir estupendamente y muchísimo mejor si hubiera suficiente gente en cada pueblo como para garantizar una o varias partidas diarias en cada bar.

Aquí nuestros ayuntamientos tienen un papel importante que jugar, si alguna vez deciden dedicarse a algo más que fundir subvenciones y cobrarnos la contribución, apostando por estrujarse la mollera para poner fin a esta crónica de una muerte anunciada en la que vivimos, basándose en nuestras escasas, pero patentes, posibilidades y no en milagros macroeconómicos que se sujetan con pies de barro en la voluntad de terceros a los que, y los hechos son necios, sólo les importamos de vez en cuando para ofrecernos promesas vanas, a modo de hueso que entretiene al perro.

La Montaña debe y puede seguir viva si los montañeses apostamos por ello sin doblez. Sabemos quien nos puso en este brete, pero de poco nos sirve quedarnos sólo en autocompadecernos. Podemos intentar algo y acertar o fallar, o quedarnos mirando nuestro propio ocaso, eso sí, echándole la culpa siempre a otros, lo que no modificará el final ya anunciado.